COMPÁS DE INCENSARIO.

Las vísperas, pero ¿qué vísperas?

Cabra encamina ya sus pasos hacia una nueva y extraña Cuaresma, en la que la palabra distinta o diferente será la tónica predominante en cualquier movimiento que hagan las Cofradías. El cielo y el ambiente pre primaveral también quieren hacernos daño en lo sentimental, tus cielos azules, tus tardes cálidas que hacen dirigir nuestros pasos hacia cualquier iglesia y si es aquella que guarda al “gran poder” de esta ciudad cada primer viernes de marzo, mucho mejor. Intuímos tus cielos y nos ponemos a los pies de la melancolía, mientras tú juegas a meter el dedo en la llaga con lo que realmente nos duele. La Cuaresma en Cabra se inagura con los cultos de ese Cristo ancestral que no ha sucumbido a nada ni a nadie y que enjuto en su arquitectura dolorosa nos conmueve cuando los árboles del Alcántara Romero le dan fondo y paisaje cada tarde inolvidable de Lunes Santo. Nos tiemblan hasta la cuerdas vocales cuando vemos lo que se nos avecina y no podemos controlar nuestros sentimientos que emergen desde el alma, o sea, desde nuestro corazón que quiere palpitar al son de Cofradías Egabrenses y vestirse de gala ese maravilloso domingo de pasión cuando fieles a nuestra cita nos acercamos a los pies del Cristo yacente que enmudece a Cabra. No soy de los que les gusta alzar la bandera de la trivialidad en temas tan transcendentales para los egabrenses, no para todos, claro está. No hay nada extraordinario en estos tiempos, excepto el dolor físico y psíquico que nos está dejando esta travesía de sombras. No califiquemos de extraordinario lo que es por condición forzoso e inevitable. No hay Cuaresma en Cabra sin lo que conlleva la Cuaresma, eso es así y no podemos engañarnos más, ni un sólo segundo. En las esquinas de nuestro pensamiento, nos faltarán citas con cualquier traslado, vía crucis, besapié o besamanos, incluso con cualquier tertulia intensa en la casa de hermandad de cualquier cofradía. Nada sustituye a nuestros sentimientos y será inevitable que ese nudo en la garganta conforme avancen los días sea mayor y más acentuado que nunca. Porque nosotros queremos sentir estos días, queremos vivirlos en compañía, queremos ir a los ensayos de costaleros, escuchar los programas en la radio o verlos en la televisión, queremos pasear por nuestras calles y que nos llegue hasta el tuétano el olor inconfundible a gajorros y pestiños. Queremos vivir, vivir, así de claro y vivir es sentir estos días como algo único, grandioso, espiritual, sentimental. Ir de las Escolápias al Cerro, de la Asunción a la Soledad, de las Agustinas a San Francisco y San Rodrigo, de Santo Domingo a Termens, volver a lo que nos hacía temblar el alma a cada paso. Sentir un escalofrío con nuestros motetes, ver al Señor de la Salud en el vía crucis de las hermandades de la “parroquia”, debatir con los amigos, abrazarnos después de un ensayo un día cualquiera, una tarde cualquiera o una noche cualquiera. Y el domingo de pasión, si, domingo de pasión, el día del Pregón, su día hoy, mañana y siempre, sentir que ya no queda nada, que la Soledad está en septenario y que en un abrir y cerrar de ojos será Viernes de Dolores, día de la “niña de San Juan de Dios” que pondrá fin a la Cuaresma. Pero vísperas, ¿qué vísperas? las de la nostalgia y la inseguridad, las del no reencuentro y la impotencia, las de la gloria sin gloria, las que no nos dan tregua, las de la luz lejana al final del túnel. Sólo nos queda mirar atrás con más fuerza para que cuando llegue el momento, nos adentremos en el océano de nuestros desvelos con la profundidad de los ojos negros de la Virgen del Rocío y digamos, nuestra Fe y tu providencia Señor, han mantenido esta casa en pie.

Eduardo Luna Arroyo
Cabra a 13 de febrero de 2021.