COMPÁS DE INCENSARIO.

Título: A mi no me gusta la navidad.

Es un título apropiado para crear esa atmósfera que se necesita al leer una pieza y saber si va o no va de la odiosa navidad y lo que es o significa en nuestro tiempo, hijo del relativismo, la trivialidad y el interés particular. A mi no me gusta la navidad, igual que a mucha gente no le gustan las procesiones extraordinarias, ni le gusta que la gente sea feliz aunque sea por unas horas, igual que se molestan por el aire que respiran, igual que lo ven todo negativo, innecesario, absurdo, cansino o fuera de lugar. Pues por eso mismo y por muchas cosas más, a mi no me gusta la navidad. Me mimetizo con esos que centran su atención con cara de mojigato en desautorizar las procesiones extraordinarias con motivos de peso pero llevan “la marimorena” hasta los extremos. Pues casi me solidarizo con ellos en estas fechas interminables que duran 2 meses, igual que hasta antes de ayer era Semana Santa, ahora no nos queda más remedio que sufrir la fiesta más consumista, alejada de su propia celebración, y lo que ello conlleva, mientras cae sumida en un kaos de luces, trenecitos, añoranzas y familias que rotas se sientan a la mesa para celebrar algo en lo que no creen. A mi no me gusta la navidad porque la gente sufre, llora y se siente más sola aún de lo que está durante el resto del año. No me gustan las luces en noviembre, ni en el puente de la Inmaculada, ni la obligación de generar un estado de ansiedad en muchas personas que posiblemente no tenga recursos para satisfacer sus necesidades básicas en días de encuentros, en muchos casos obligados, y carentes de amor y felicidad. No me gusta el ambiente profano y lúdico, no me gustan los que le han dado la espalda a la verdadera celebración en pro de la religión del consumismo y los actos sociales. La religión del regalo impostado, del abrigo vacio y el turismo de luces y ciudades invadidas por algo que llaman navidad y empieza en noviembre cuando debería empezar el 24 de diciembre. La religión de la prisa, del agobio, del frío en el alma y el dolor en los labios.
A mi no me gusta la navidad, o soy más explícito, esta navidad creada a espaldas de lo que realmente significa. Imaginense una navidad sin luces, sin campañas de promoción, sin abrigos de piel, sin pobres, sin consumismo, sin dolor y sin miedo, esa si sería mi navidad. Por eso y por muchas cosas más no me gusta la navidad o la mal llamada fiesta que convoca a miles de personas bajo miles de luces, mientras no somos capaces de convocarlos para salvarnos de nosotros mismos y del dolor de unas fechas marcadas por la nostalgia del presente y la resignación del recuerdo. Nuestra sociedad ha cambiado mucho en los últimos cuarenta años y no precisamente para mejor, aunque así lo creamos o nos lo hagan creer. Mi navidad era la humildad de la casa de mis abuelos que daban sin tener, la luz de la lampara verde, el olor a familia, los valores, la ventana entre abierta la noche de reyes, el sol del día de la epifanía, las lágrimas de mi abuela y el beso de mi abuelo, la victoria sobre el mal, la humildad frente al iphone 15 o 16, el plato de arcoroc marrón con turrón y polvorones, la caricia en el pelo de mis padres, la noche buena en la 1 y en Canal Sur, el amor desbordado y la sencillez de unas palabras que tenián sentido en aquel tiempo, feliz navidad. Por eso no me gusta la navidad ni el concepto que hemos asumido hoy y que seguiremos asumiendo, donde lo superficial prevalece sobre lo humano. Al contrario le pasa a la primavera, que nos trae luces, pero luces de candelabros que cuando bordean una esquina hacen que se nos estremezca el corazón. Trae unión, sentimientos, flores de alabanza, música que nos transporta a otra esfera sentimental, fuerza y trae un caramelo para los agrios de alma. Y lo más importante, nos trae a Cristo sobre todas las cosas.
A mi no me gusta la navidad, pero quiero ser sincero, esta navidad fabricada, impostada e interminable que comienza en noviembre. Mi navidad es una estela que inunda de luces mágicas el abrazo eterno de mi familia.

Eduardo Luna Arroyo – Director de Radio La Manigueta